lunes, 13 de abril de 2009

Consuma frutas y verduras


No existen reglas fijas porque todos tenemos nuestros gustos, ¿no? Nos dedicaremos en esta entrada a la difícil tarea de seleccionar un pretender. Luego de haber llevado a cabo los pasos ya conocidos ( formulación de hipótesis- experimentación - valoración de resultados - formulación de una teoría) me dispongo a compartir con vosotros los conocimientos adquiridos.

Ya todos sabemos que cada "pretender" tiene sus características particulares, rasgos distintivos, pero aquí les dejo, mi querido público, algunos puntos a considerar para asegurarse el máximo de sabor y aporte nutricional tanto para el cuerpo como para la mente.

1- Seleccione pretendientes de consistencia firme y de colores brillantes (en tez y cabello). Sí, la apariencia importa. Recuerde que debe gustarle a ud. Pero tampoco sea necio y le diga a sus amigos que está teniendo "algún tipo de vínculo" con una señorita o caballero de hermosos atributos físicos cuando, en realidad, ud. sabe que si no fuera porque es extremadamente inteligente o gracioso/a o adinerado/a jamás dejaría que ese ser se le acercara.

2- Manéjelos cuidadosamente para evitar hacerles daño. De esta manera podrá evitar represalias.

3- En una primera instancia, hacer que las salidas nos proporcionen material visual, táctil, auditivo y/u olfativo para recordar (también con todos los sentidos) en los días posteriores al encuentro. Puede también almacenar alguna imagen y hacer que el recuerdo sea indeleble haciendo un post catártico.

4- Evitar entrar en contacto con individuos que se encuentren en mal estado, con daños, golpes, zonas blandas, u olores extraños, aunque estén a precios de oferta, a la larga salen más caros.

5- Siempre habrá pretenders de estación. Consúmalos mientras pueda. Fuera de estación son difíciles de ubicar.

viernes, 10 de abril de 2009

Novela rosa




Su viril brazo tatuado me indicó que me sentara. Entré al cubículo tímidamente, diciendo: "Buenas tardes, ¿me siento aquí?". Él asintió y quedó de espaldas en su silla giratoria. Mi rostro se reflejaba en el espejo y me di cuenta de que justo hoy no había elegido bien el color de mi lápiz labial.


Escuchaba sonidos grisáceos, metálicos, y veía las enormes manos del hombre yendo y viniendo, sosteniendo pinzas, perdiendo sus dedos en la suavidad del níveo algodón. Se dio vuelta y con un solo brazo me acercó a su silla. ¡Oh! ¡Cuánta fuerza en su brazo! Quedé de frente y él se movió. Podía sentir su respiración en mi cuello. Corrió mi cabello y tocó mi oreja izquierda. Luego hizo lo mismo con la derecha.


Me miró de frente y me preguntó si así estaba bien, si me gustaba. Y de mi boca sólo salió un: "¿Cómo será el procedimiento? Nunca antes lo hice. ¿Qué sentiré?" Él se limitó a responder: "No te va a doler".


Nuevamente sus dedos tocaron mi lóbulo izquierdo y sentí el frío olor del alcohol. Contuve la respiración. Susurró: "¿Estás lista?" Asentí y decidí no cerrar los ojos. Algo caliente y fino me perforaba. Unos segundos después se corrió hacia atrás y me miró. Hizo lo mismo con el lóbulo derecho. Extraña sensación la de tener algo dentro, algo atravesando una parte de nuestro cuerpo.


Después de haber terminado se dio vuelta y escuché: "Listo. Podés irte. Sé que no te dolió y también sé que volverás".


Me levanté de la silla, fui hasta la puerta. Giré, pero él ya no me miraba. Sólo tiraba a un cesto los restos de algodón que habían estado en contacto con mi cuerpo. Se sacó los guantes con indiferencia. "Una más- pensé. Y cerré la puerta.

domingo, 5 de abril de 2009

Eutopia: 25 kilómetros de Comedia Humana




En esta oportunidad, estimadísimo lector, nos ocuparemos de un tipo social muy pintoresco: el chofer de Copsa. Ava Gardner es la diva del pueblo y hace uso del transporte colectivo como cualquier vecina de barrio. Nada mejor que mezclarse y frotarse unos a otros (cual video de Britney Spears) en un atiborrado ómnibus a las siete de la tarde. Si sólo ésto ya nos resulta excitante, agreguémosle la presencia de un obrero del volante educado, una versión tercermundista de un english gentleman.


¡Ay, si habré conversado con ellos! ¡Ay, si habré intercambiado unas palabras de aprecio! Y ellos se mostraron siempre sumamente receptivos a mis consejos: "¿Por qué no nos acercás un poquito a la vereda? Dale, no seas malito" o "Vas a tener que ir al oculista porque mirá que en el fondo no hay lugar". También salió de mi boca un "¿Viste qué lindas la moneditas de 50 centésimos que junté para vos?" o un " Yo ya sé que trabajaste en el Rock and Samba del Parque Rodó y estabas acostumbrado a ver a la gente saltando y rebotando, pero tratá de que ahora los pasajeros no lo noten, ¿dale?".


Entre todos los tipos de choferes me he especializado en uno: el chofer romántico. Este tipo de trabajador se caracteriza por tener el ómnibus más limpio que el resto. Emana de las cortinitas un aroma a jabón en polvo que es celestial y el piso fue lavado en su hora de descanso con alguno de esos productos que desinfectan y perfuman. En el tablero hay, por supuesto, una foto de sus hijos y, quizás, la de algún santo. La música elegida para el viaje es, usualmente, una selección de los temas románticos de todos los tiempos. Sin embargo, tiene predilección por la década de los ochenta.


En este ambiente, todos se sienten transportados (en todos los sentidos que permite la palabra). He visto a los pasajeros entornar sus ojos y poner sus caras hacia el cielo (o techo del bus). Este chofer es el artífice de la experiencia mística. Todos sienten que se dirigen a la remota Edad de Oro cuando, en realidad, lo hacen a la Costa de Oro.


El chofer romántico tiene el poder divino de hacernos perder toda referencia espacio-temporal. Estoy segura de que él leyó "Los trabajos y los días" de Hesíodo mientras viajaba en un ómnibus cuando era estudiante. Allí comprendió cuál era su misión en la vida: ser un hombre áureo. Áureo como el logo de Copsa.