
¡Tanto desear, Sábado, tu llegada! ¡Suspirar tanto ... para esto!
Hay algunas rutinas - rituales que ocupan mi primer día de descanso. Una de ellas es la de ir al super(hiper)mercado como enviada de la Sra. A para fiscalizar que mi padre compre lo que está en la lista y no otra cosa. Mi tarea consiste en que él lleve el carro y yo deposite en él los comestibles. Monótono, ¿verdad?
Hoy dije: "¡Basta! ¡Suficiente!" Tomé mi propio carrito para poner en él mis compras y que él se arreglara como pudiera. Al fin de cuentas, una diva no debe encargarse de este tipo de tareas, para eso están los criados.
El peregrinaje emancipatorio comenzó por el sector de las frutas y verduras. Allí me fui directo a las frutillas. Verlas como lenguas ardientes y dulces me emocionó tanto que tomé una bolsa de nylon y comencé a llenarla. Por un momento pensé en lo agradable que sería meterme en ese cajón y ... vino una vieja. Creo que podía leer mis pensamientos porque me miraba con un desprecio asimilable al asco. En fin ...
Luego recordé que debía alimentar a mi tortuga por lo que fue imprescindible comprar un pepino. Uno grande para que la pobrecita tenga suficiente alimento.
Después fue el turno de la sección perfumería. Allí me di cuenta que mi voluntad es débil. Un lápiz de labios rojo pudo corromperme. Pero es de un rojo que no tengo, así que la compra está justificada.
Mientras me movía en las anchas góndolas, me paraba en el carro y me deslizaba como si fuese un skate. No hay problema, no se preocupen, nadie me vio. ¿O sí? En uno de mis "viajes en el artefacto" me pareció ver a un señor de camisa muy blanca. Blanca como ... como .... algo muy blanco.
Me bajé y lo seguí, tomando una prudencial distancia. ¡Era Raúl G.!(*) Casi me muero. La última vez que lo había visto fue en ese lugar un año atrás. Ay Raúl, cuánta emoción. Tantas cosas vividas. Aunque tengas cerca de 50 años, para mí (y sólo para mí, porque para mis compañeras de clase eras "incomible") seguirás siendo el "marxiano" más atractivo. Cómo olvidar esa retórica envolvente, esos comentarios ácidos, ese examen en el cual me hiciste esperar desde las 8 de la mañana hasta las 16:30 para tomarme un oral y cuando me senté enfrente tuyo me dijiste que mi monografía estaba muy bien y que no me ibas a preguntar nada, que me fuera a disfrutar del veraniego día de Noviembre.
¡Huyamos Raúl! ¡Huyamos ahora!
No fue posible. Apareció la señora esposa de Raúl. Una lástima. Una lástima.
(*) Quiero aclarar que no es Raúl alias "El Cholo", el Latin Lover de La Paz City sino mi profesor de Sociología II de un instituto terciario al que supe concurrir y al cual no regresaré (al menos conscientemente).