
- A ver, a ver, Ava ..., vení, vení. Sentate. (Palmea suavemente el asiento en el que se supone que ella se sentará) ¿Por qué hiciste eso?
- ¿Qué es "eso"? No entiendo. (Mira hacia el suelo mientras estruja su vestido con ambas manos)
- Vamos ... (La mira con ternura).
- Ah, lo de escribir en las paredes ajenas. (Mira a su interlocutor) Bueno, es que estaba aburrida.
- Mirá, Ava, si estás aburrida, pedime una hoja. ¡Mirá! (Abre el portafolios y sacá unas hojas con renglones azules) ¡Tengo muchas! ¡Miles!
- ¡No! ¡No me gustan con renglones! (Con tono de quejidito. Bien agudo)
- ¡No seas atrevida!
- ¿Atrevida? ¡¿Atrevida?! No te hagas el vivo, tarado. ¿Sabés lo que dice la Declaración de los Derechos del Niño proclamada por la Asamblea General en su resolución 1386, del 20 de noviembre de 1959? (Levantando la voz) No, seguro que estás muy ocupado y no la leíste. ¡Cualquiera es padre hoy en día! (Levantando, esta vez, su mirada al cielo, cual estampita de niña / virgen / beata -aunque sus ojos se choquen con el techo-) Si tenés tiempo te cuento. Dice que el niño ( o niña) , para el pleno y armonioso desarrollo de su personalidad, necesita am♥r y comprensión. Además, plantea que deberá crecer al amparo y bajo la responsabilidad de sus padres y, en todo caso, en un ambiente de afecto y de seguridad moral y material. Así que si me aburro, es tu culpa. A ver, divertime. ¡¿No ves que ya empezaron las vacaciones y no tengo nada para hacer?! (Con desesperación) Si decoré las paredes de la casa con mis garabatos es porque no encontré hojas blancas. ¡Sí, blancas!, porque con renglones no me gustan. Ya te dije eso, ¿no? Ya vas a ver, cuando sea famosa ésto va a valer oro (Señalando la pared). Pero claro, lo que pasa es que no tenés mucha visión comercial, vos. Me pregunto si serás mi padre ...